Hoy os traigo un clásico: el tiramisú.
Este postre italiano hace algunos años era imprescindible en cualquier comida o cena y, por esas cosas de las modas, parece que cayó en desuso.
Debo confesar que yo también lo había olvidado hasta que las pasadas navidades lo preparé especialmente para mi madre. ¡Qué exitazo!
Cómo sería la cosa que tuve que prepararlo de nuevo a los dos días especialmente para ella.
Os estaréis preguntando cómo es posible que una persona se coma semejante cantidad de un tirón, ¿verdad?
Pues no lo preparé para que se indigestara sino que… ¡truco! dejé preparados mini-tiramisús individuales: los monté en moldes pequeños y se los dejé congelados para que los fuera sacando cuando quisiera disfrutar de un buen postre.
Desde entonces hago lo mismo en mi casa: preparo una bandeja del tamaño adecuado para los comensales que vayamos a ser y, el resto, lo congelo en tuppers o en fuentes de cristal.
¡Así tengo siempre un postre a punto!
¿Qué os parece el truco? 🙂
Ingredientes
4 huevos
120 gr. azúcar
500 gr. queso mascarpone
1 pizca de sal
1 vaso grande de café líquido (puede ser soluble)
cacao en polvo (suelo usar la lata de Cacao Valor)
1/2 vasito de vino Marsala (también sirve Málaga Virgen o, incluso, ron)
Bizcochos de soletilla (os explico cómo hacerlos aquí, aunque también podéis comprarlos)
Preparación
Empezamos separando las claras y las yemas.
Montamos las yemas con el azúcar con unas varillas eléctricas, hasta obtener una masa esponjosa de color claro.
Añadimos el queso mascarpone y el vino Marsala (o similar), removiendo con una cuchara.
Ayundándonos de unas varillas eléctricas, montamos las claras a punto de nieve, a las que habremos añadido una pizca de sal.
Volcamos las claras sobre la mezcla del queso y removemos cuidadosamente con una cuchara hasta su completa incorporación.
Preparamos café, que puede ser expreso o soluble, y reservamos.
Ha llegado el momento de montar el plato:
En una fuente de cristal ponemos una base ligera de la crema de queso.
Volcamos el café líquido en un plato hondo.
Mojamos los bizcochos en el café y los colocamos en la fuente, intentando que no queden huecos.
NOTA: Los remojaremos más si los queremos blanditos (con cuidado que no se rompan) o menos si los queremos un poco más tersos (particularmente, los prefiero así).
Extendemos una capa de crema y, encima, otra de bizcochos remojados en café.
Repetimos el proceso teniendo la precaución de terminar con una capa de crema.
Alisamos la superficie y espolvoreamos con cacao en polvo.
Un truco: yo suelo poner el cacao en un colador y doy pequeñas sacudidas para que caiga uniformemente. El resultado es muy bueno 😉
Ya sólo queda tener un poco de paciencia porque debemos guardar en el frigorífico unas 2-3 horas aunque, la verdad, queda mucho más rico de un día para otro.