Ya sé lo que me váis a decir:
¿Cómo se te ocurre publicar una receta de tocinillo de cielo cuando estamos a las puertas de la operación biquini?
Sé que tenéis razón pero… sed sinceros.
Mirando la foto, ¿no se os ablanda el corazón? ¿no se os hace la boca agua? ¿no estáis deseando tenerlo delante?
Pues estáis de enhorabuena porque este pobre tocinillo de cielo está buscando un hogar. Alguien que lo quiera. Que sepa apreciar todas sus virtudes (que no son pocas): Es dulce, aterciopelado, se deshace en la boca pero, al mismo tiempo, tiene una deliciosa intensidad en el paladar…
En cuanto a lo de la operación biquini, no os preocupéis. Estaréis tan contentos después de probarlo que os sentiréis en el cielo (ahora que lo pienso… ¿su nombre será por eso?), como flotando y la báscula va a marcar menos peso que nunca 😉
Así que ya sabéis. No hay excusas para tener un momento de auténtico placer gastronómico.
Sobre la receta, los ingredientes son simplones y la preparación no es difícil pero, como ya os he dicho, le gustan los mimos y hay que darle cariño durante la preparación.
¡Seguro que lo váis a conseguir!
Ingredientes
6 yemas
250 gr. azúcar + 6 cucharadas (para el caramelo)
125 ml. agua
Preparación
Precalentamos el horno a 170º C.
Empezamos preparando el almíbar.
En un cazo volcamos los 250 gr. de azúcar y el agua. Ponemos a fuego vivo y, cuando empiece a hervir, lo bajamos a fuego medio y lo dejamos unos 12-15 minutos, hasta conseguir punto de hebra.
¿Qué es el punto de hebra? Muy sencillo: cuando poniendo una gota entre dos dedos, al separarlos el almíbar forma una hebra, un hilillo. Por cierto: tened cuidado no os vayáis a quemar… (dejadlo enfriar un par de segundos en una cuchara antes de tocarlo con los dedos).
Cuando el almíbar esté listo, lo separamos del fuego y lo dejamos templar.
Momento de confesiones: Os confieso que yo lo dejo un par de minutos más del punto de hebra. Creo que el resultado final es mejor…
Mientras se templa, preparamos el caramelo. Para ello, en un cazo limpio ponemos las 6 cucharadas de azúcar.
Calentamos el cazo a fuego medio.
Cuando empiece a dorarse por los bordes, podemos hacer movimientos circulares pero sólo moviendo el mango del cazo. No tocamos el contenido. No removemos ni usamos ninguna cuchara. Lo dejamos tranquilito, sin quitarle el ojo de encima ¡eso si!
Cuando tenga un tono dorado, como la miel, lo retiramos del fuego y lo volcamos enseguida sobre el molde de horno que vayamos a utilizar. Muy rápidamente, antes de que se endurezca, lo repartimos por todo el fondo, moviendo el molde pero sin tocar el caramelo y sin usar ningún utensilio.
Ahora, ponemos las yemas en un cuenco y las batimos con unas varillas.
A continuación vamos añadiendo el almíbar templado muy poco a poco, sin parar de remover, para evitar que las yemas se cuajen.
Cuando hayamos incorporado todo el almíbar, volcamos la mezcla en el molde con caramelo.
Metemos al horno y dejamos cocinar casi una hora. Comprobaremos que está listo con el truco de siempre: pinchando con un cuchillo que tiene que salir limpio.
Aviso: Es bastante fácil que se os tueste por encima. No es desagradable porque le da un toque crujiente que a mi, particularmente, me gusta. De todos modos, si queréis evitarlo, deberéis tapar el molde cuando veáis que empieza a tostarse. Podéis usar un simple papel de aluminio.
Una última cosa: Para mi gusto, el tocinillo está especialmente celestial bien frío. Os recomiendo prepararlo la víspera, dejándolo templar a temperatura ambiente y, a continuación, meterlo en el frigorífico hasta el momento de disfrutarlo.
Para volcarlo sobre la fuente de servir, pasamos antes un cuchillo por todo el borde para despegarlo. Si aún así le cuesta salir, poned el fondo del molde unos segundos sobre agua caliente. De esta manera se ablandará el caramelo y saldrá más fácilmente.
¿Cómo lo véis? ¿Lo váis a adoptar? 😉